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Aficionada a los buenos textos.

martes, 14 de diciembre de 2010

Amanecer



De repente, lo único que sentí fue la mano de Charlie sobre la mía, evitando que me cayera. 
La marcha era demasiado lenta luché contra mis pasos para ir a su ritmo. El pasillo era muy corto. Y luego, al final... al final yo estaba allí. Edward ofreció su mano. Charlie tomó mi mano y, en un símbolo tan viejo como el mundo, lo colocó en la de Edward. Cuando toque la dura y fría piel de Edward, sentí que estaba en casa.
Nuestros votos eran los tradicionales, aunque nunca importaban tanto como para una pareja de nuestro tipo. Nosotros habíamos pedido a Sr. Weber hacer un cambio en los votos. En vez de " antes de que la muerte nos lleve" dijo el más apropiado "tanto tiempo como vivamos." En aquel momento, cuando el dijo su parte, mi mundo, que había estado al revés últimamente volvió a su estado natural. Me di cuenta de lo tonta que fui al temer esto - como si fuera un regalo de cumpleaños no deseado o una muestra de cariño embarazosa. Yo examiné como de radiante estaba Edward, tenía una mirada triunfante pero también sabia que yo, a mi manera, ganaba. Porque nada me importaba mas que estar con el.
Yo no me di cuenta de que estaba llorando hasta la hora de decir las palabras,
"Si quiero" Dije mas cerca de un inteligible susurro. Mirando sus ojos hasta que vi reflejada mi cara.
Cuando era su turno de hablar las palabras salieron claras y victoriosas.
"Si quiero" Dijo.
El señor Weber nos declaro marido y mujer, entonces la manos de Edward recogieron mi cara, con cuidado, como si se tratara de delicados pétalos. Y acercó nuestras cabezas. Yo trate de comprender y mirar a través de la cortina de lágrimas que caían de mis ojos, el irreal acto en el que una persona es mía. Sus ojos dorados miraron mis ojos como si ellos también quisieran derramar lágrimas, si no fuera imposible. El me estrecho contra su cuerpo y yo pase mis brazos por su cuello.
El me beso despacio y con adoración, yo olvide todo, el lugar, el tiempo, la razón... solo recordaba que le amaba y que el me quería a mi, yo era suya.
El culmino el beso, y tuvo que terminarlo.
Me abracé a el mientras nos reíamos suavemente, sin hacer caso de como la audiencia se aclaraba la garganta. Finalmente, sus manos frenaron mi cara y nos separamos - demasiado pronto - para mirarnos. Sobre la superficie de su sonrisa atisbe a ver una sonrisa satisfecha. Por debajo de su hospitalidad y amabilidad frente al público me lleno de felicidad.






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